Opinión-. Aun estamos en
las secuelas de las fiestas carnestolendas, porque todavía estamos en el marco
de la octavita, es bueno hacer referencia a las festividades del Rey Momo por
parte del gobierno nacional, quien han hecho con sus actuaciones diferentes
representaciones de lo que debe ser una administración desenfrenada, ahogada en
pecaminosas acciones y en el desbarajuste total.
Primeramente
tenemos un Presidente que está y no está, todo el mundo sabe que existe un
señor llamado Chávez que fue reelecto Jefe de Estado el pasado 7 de octubre,
pero nadie lo ha visto, nadie lo ha escuchado, todo el mundo ha visto su firme
producto de un robot y cartas que se leen como especie de escritos milagrosos,
y ojo al momento de escribir este artículo ni partes médicos por cadena de
radio y televisión ofrecen como lo hacían al principio de esta tragi-comedia a
la venezolana.
Tenemos un
vicepresidente que es candidato a la presidencia en unas elecciones no
convocadas, pero ya anunciadas desde el
año pasado, éste quien es el que mueve los hilos del poder, es secundado por un
vivaz presidente de la Asamblea Nacional que coloca las piezas del tablero de
ajedrez a su conveniencia, algo así como - aquél tiene la bendición del ido y
de los padrinos cubanos, pero yo tengo el partido, el parlamento y parte de la
oficialidad del Ejército, es decir a mí nadie me desplaza así de fácil y si lo
intentan que se atengan a las consecuencias -, palabras y acciones más o menos
son las que se presumen que se viven en las intrigas del Palacio de Miraflores.
En este país el
Gobierno culpa a la oposición de la inflación, de la delincuencia, de las
masacres en las cárceles, de la devaluación y pare de contar de que otro
pecadillo de las altas cúpulas del régimen que son achacadas a esos integrantes
de la MUD, pero aquí nadie hace nada, y nadie es culpable de nada dentro de las
esferas de influencia del Gobierno.
Mientras todo
esto se lleva adelante hay una lucha, casi intestina, entre el régimen y la
oposición por saber quiénes son los auténticos titulares, dueños y apoderados
de la representatividad del uso de la gorra tricolor, a la par a la lucha
diaria que todos los venezolanos de a pie tenemos que soportar ante la escasez de
alimentos y medicamentos, jugarnos la vida al salir de nuestros hogares, y
hacer cual trapecistas más de un movimientos de malabarista para conseguir un
“tigrito” que le permita a los padres y madres de familia llevar alguito más a
las mesas de sus casas.
Toda esta
descripción de hechos son parte de las fiestas carnestolendas revolucionarias,
todo traído de la más extensa imaginación, inclusive recreadas en un cuadro
surrealista de Salvador Dalí o en los textos de Edgar Allan Poe.
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